Nuevamente Alexandra del Bene nos sorprende con una nueva serie pictórica inspirada en la tauromaquia, y no es la primera vez, pero no puede equipararse a ninguna otra obra conocida ni a la suya propia. Su novedad no reside por tanto en el tema, pues el arte de la tauromaquia siempre ha sido fuente de inspiración de grandes pintores, sino en el formato elegido. No prolonguemos el misterio. Su pintura, colorista e imaginativa, de indudablemente calidad artística, se expresa esta vez en un lienzo absolutamente peculiar y original: capotes de torero. Por tanto, más que hablar en esta ocasión de la técnica pictórica empleada para terminar encasillándola en la consabida “técnica mixta”, habría que hablar en este caso de “formato mixto” pues no utiliza los convencionales lienzo, papel, cartón o tabla para plasmar su pintura, ni ustedes tampoco podrán enmarcar los “cuadros” de Alexandra del Bene como siempre lo han hecho. ¿Es ello un inconveniente? En absoluto. Al mérito artístico de la obra tendrán que sumarle su propio ingenio. Parece como si la autora quisiera despertar en ustedes su imaginación para “colgar” estas pinturas en sus casas, ya que deberán echar mano de su personal fantasía y buen gusto para acoplarlas, lo que les acabará convirtiendo finalmente en “coautores” de la obra y, entonces, su contemplación será perfecta. Por tanto, abstenerse de comprar personas sin gusto artístico…, salvo que les echen un capote. Veamos ahora los cuadros: Alexandra inicia su particular lidia usando el clásico capote para los primeros compases. Estos capotes, tradicionalmente rosas o fucsia por el anverso y amarillos por el envés, se transforman en atractivas, coloristas y dinámicas escenas de inspiración taurina que a buen seguro entrarán en movimiento al flamear el capote por la acción del viento. La calidad artística es evidente. No hay más que contemplar las pinturas y deleitarse en sus composiciones y trazos. Permítanme que no me detenga en lo evidente y me rinda ante la fantasía, la originalidad y la imaginación de la autora en los siguientes comentarios. Si a Juan Belmonte le llamaban “El Pasmo de Triana”, ante esta exposición el pasmado soy yo y espero que también ustedes al apreciar y valorar el arte de Alexandra del Bene.
Este capote es una recreación del “Guernica” de Picasso, que en realidad no representa el bombardeo de la aviación alemana a esa ciudad en 1937. La urgencia del encargo hizo que Picaso endilgara a sus clientes un cuadro que ya tenía hecho sobre tauromaquia retitulándolo “Guernica”, with all his head, para colocar su obra a sus interesados compradores.
En este caso, Alexandra del Bene no nos toma el pelo, ni sale por peteneras, sino que nos ofrece una versión muy meritoria de aquella composición taurina que pintó el maestro malagueño, y desde luego en un “lienzo” mucho más apropiado que la inestable tela del original. Para esta ocasión, Alexandra incluye un torero, elemento primordial de la lidia, que se echaba de menos en la versión de Picasso.
El rapto de Europa podría llamarse esta recreación, donde la artista nos brinda esta escena mitológica de una vieja paradoja: la de una fenicia de Tiro que da nombre a Europa. Si tradujéramos esta escena al ámbito de la tauromaquia, podríamos pensar que estamos ante la primera casta fundacional del toro de lidia que tiene su origen en la unión del dios Zeus convertido en toro y Europa, de donde nace el rey Minos.
De esta primera camada surge el encaste del toro de Creta y Pasifae, la esposa de Minos, que da lugar al Minotauro, no apto para la lidia. Alexandra del Bene nos da buena cuenta de todo ello con un hermoso capotazo.
La Fiesta no está exenta de riesgo y la imaginación de Alexandra ha querido situarlo en un picador caído bajo su caballo derribado por el toro al realizar la suerte de varas. Cosas que pasan. Pero para eso están los capotazos y a buen seguro que los monosabios resolverán la situación satisfactoriamente volviendo a colocar al caballero sobre su montura.
¡Y a mí que el capote me parece la ecografía de un útero gestando a un caballo! ¿Quién da más? Dos cuadros por el precio de uno. Es lo que tiene Alejandra: su desbordante imaginación contagia al espectador.
Nuevamente Picasso aumenta su gloria gracias a Alexandra del Bene que vuelve a inspirarse en el sobrepuesto lienzo “Guernica” para realzar al mito y dar color a esta sombría pintura a pesar de la bombilla que simbolizaba la enfermería de la plaza.
Atención, porque el reloj de la Maestranza, cuya arcada enmarca el capote, se acerca a las cinco de la tarde. Algo mágico se presagia en esta hora tan taurina inmortalizada por García Lorca. No puede haber más gracia y más arte que en este capote pinturero.
Remontándose a los inicios de la tauromaquia, si es que en aquella época y lugar se le podía llamar así, la autora recrea en su capote al toro de Creta, animal mitológico que el dios Poseidón hizo salir del mar en tiempos del rey Minos y del que la reina Pasifae se enamoró locamente y tuvieron un hijito: el Minotauro. El rey, que ya tenía cuernos por parte de madre, le encargó al “forçado” Heracles, que torease al toro de Creta a la portuguesa y lo devolviera al mar sin matarlo, pero el toro escapó y, ante su ferocidad, fue necesario recurrir al “diestro” Teseo de Atenas, número uno del escalafón de su época, que consiguió matarlo de una certera estocada en la primera lidia celebrada en la llanura de Maratón a campo abierto.
Hasta aquí, más o menos, la crónica taurina de la pintura recreada en el capote de Alejandra. La cenefa que enmarca la escena parece decirnos que por aquel entonces no existía la costumbre de cortar orejas y por ello a Teseo le concedieron en su lugar la corona de laurel de los triunfadores. Alexandra del Bene plasma con maestría esta parte de la mitología griega que quedará “grabada” para la posteridad en el vuelo de un capote.